25 junio, 2009

¿ Qué se dice de mí ?

“Hace falta otro tiempo en que opere
la síntesis del Tiempo”(Deleuze, 1988:151)

El presente escrito es sólo una reflexión que surge de los primeros encuentros con una niña y que a modo de evaluación diagnóstica me irán ofreciendo las herramientas necesarias para la posterior dirección a tomar en la tarea con ella.
Intervenciones que se construirán en base a la articulación de tiempos lógicos: Tiempo de ver, Tiempo de comprender y Tiempo de concluir.
El camino se hace al andar… acompañada por Beatriz (psicóloga en el despliegue paralelo de trabajo con los padres de la niña) y por el equipo en general, construimos diariamente lo público de la escuela, que implica el diálogo, el crecimiento y el sostenimiento de una ETICA de trabajo
.

Luz, tiene 3 años y 6 meses, llega a la institución con su madre requiriendo atención en nuestra escuela, y una nota que la enuncia autista y con “Trastorno Generalizado del Desarrollo”, conforme a los criterios del DSM IV.
El equipo directivo los escucha y nos designa como quienes tomaremos a nuestro cargo el tratamiento de la niña y su familia.
Esto implicará retomar un camino ya iniciado mucho tiempo ha, cuando la historia de sus padres fuera tejida en una trama que seguirá desplegándose con Luz y ante nosotras.
Intentaremos descifrar qué hay detrás de esas letra : TGD, que la significan diferente; ¿será que Luz nos pide iluminar su nombre oscurecido por un diagnóstico?...

Luz es narrada por una voz, objeto de discursos, miradas petrificantes que la ubican en un tiempo lineal, tiempo del ser o no ser.
Textos que como mirada hegemónica suspenden el tiempo niño, cuyo devenir aún desconocemos.
Skliar nos habla de un “otro tiempo, de un estar siendo como alternativa posible para que la alteridad no quede aprisionada entre la condición y el estado de ser o no ser”… “Un estar siendo que puede remitirnos tanto a la idea de aquello que es innombrable como a aquella noción del acontecimiento”.
Un acontecimiento imprevisto, ése será el camino a tomar, en mi primer encuentro o desencuentro con la niña, empezar desde el principio, ya que lo que se ha dicho sobre ella es insuficiente para decir lo que va a acontecer.
Digo desencuentro porque si no viene, tendré que estar preparada y respetar su decisión. Por lo menos en este tiempo trataré de esperarla.

Propongo un espacio, un lugar, un estar siendo que será inventado por ambas y en cuyo trayecto me obligará a hacer pausas para pensar en mi ”propio ser”, más que en “el ser del otro”, ningún saber ya dado sobre el otro puede entender el estar siendo.

Luz, recorre la sala, es su primera experiencia en mi gabinete, será un espacio a construir, espacio de deseo, de ficción, allí estaremos todos, los juguetes y yo, incluyéndome en esa serie de objetos: “los bebés”, “la cocina”, “los bloques”, “los lápices”, “el juego de encastres”, “el señor policía y tantos otros”, esperando ser afectados por Luz.

Winnicott propone arrodillarse, frente a su majestad el niño para rendirse ante la evidencia de su jugar como tal, por eso nos habla de un verbo, una actividad, un movimiento, un devenir, que como dije al comienzo, no sabemos adónde nos conducirá.
Un espacio cuyo estatuto es también problemático, pues no es ni realidad exterior ni interior. Es verbo mismo, Jugar es Hacer.

Luz, se acerca a la mesita donde están los lápices guardados en una caja, la abre y los mira, saca los crayones y meticulosamente se dispone a sacarles el papel que los envuelve, no sé qué se propone, pero decido acompañarla.
La madre comenta que ésta es una actividad que la niña hace en casa, ella le da latas de arvejas (por ejemplo) con las que Luz “juega” a sacarles el papel y dejarlas peladas, como a los crayones.


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